El lado oscuro del big data: cómo la información personal se convierte en mercancía

En la era digital, los datos se han transformado en una moneda de cambio. Información personal que alguna vez se compartía de forma inocente en redes sociales ahora puede ser analizada, vendida y utilizada con fines poco éticos. La recopilación masiva de datos ha alcanzado niveles alarmantes, donde la privacidad de las personas está cada vez más expuesta.

El experimento que demostró que todos somos rastreables

En 2016, el fotógrafo ruso Eugeni Tsvetkov sorprendió al mundo con su proyecto “Tu cara es big data”. Mediante fotografías tomadas a desconocidos en el metro de San Petersburgo y la utilización del servicio FindFace.ru, Tsvetkov consiguió identificar a la mayoría de las personas en cuestión de minutos. La plataforma, que cruzaba imágenes con perfiles públicos de la red social VK.com, tuvo un 70 % de éxito en sus búsquedas.

Este proyecto, aunque artístico en apariencia, puso en evidencia una realidad inquietante: con solo una imagen, cualquiera puede rastrear la identidad y vida privada de una persona. El riesgo va más allá de la curiosidad; puede derivar en acoso, campañas de ciberbullying e incluso explotación.

Datos públicos convertidos en escándalo

El uso indebido de big data alcanzó un nuevo nivel con el proyecto de la plataforma Social Data Hub en Rusia, que recopiló información de casi 30.000 personas vinculadas a la prostitución. Utilizando reconocimiento facial y fuentes públicas, crearon un polémico ranking que vinculaba a estas personas con universidades rusas. La controversia no solo reside en la invasión de privacidad, sino también en la utilización de información pública para estigmatizar y exponer sin consentimiento.

La red invisible: tus relaciones al descubierto

Hoy en día, con servicios de visualización de redes sociales, es posible reconstruir la vida de alguien solo observando sus círculos de amigos, sus interacciones y sus publicaciones. Herramientas que en apariencia son “juguetes” tecnológicos pueden ser utilizadas por ciberdelincuentes o acosadores para elaborar perfiles psicológicos o descubrir relaciones personales, laborales y sentimentales. El dicho “dime con quién andas y te diré quién eres” cobra una nueva dimensión en la era digital.

La venta de datos: un mercado lucrativo

Compañías de marketing y publicidad emplean estos datos para vendernos productos, personalizar ofertas y aumentar sus beneficios. Lo que compartimos voluntariamente —fotos, gustos, ubicaciones— termina en bases de datos que se comercializan sin que la mayoría de las personas sean conscientes de ello.

¿Se puede escapar del gran hermano digital?

La respuesta es compleja, pero algunas recomendaciones incluyen limitar el acceso a nuestros perfiles sociales, emplear configuraciones de privacidad avanzadas, y ser selectivos a la hora de compartir información. También existen métodos más extremos, como maquillajes que confunden los algoritmos de reconocimiento facial o prendas reflectantes que distorsionan las imágenes de las cámaras de vigilancia.

Un problema global que nos afecta a todos

El uso descontrolado del big data ha convertido a las personas en mercancía. El desafío es encontrar un equilibrio entre la vida digital y la protección de la privacidad. En un mundo donde cada publicación y fotografía puede ser analizada y comercializada, proteger la información personal ya no es una opción, sino una necesidad urgente.

Kaspersky, que lleva años alertando sobre estos riesgos, recomienda a los usuarios fortalecer la seguridad en redes sociales y tomar conciencia de que cada dato compartido es una pieza más en un enorme rompecabezas donde nosotros mismos somos el producto.

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