En el Día Internacional de las Personas Mayores, celebrado este 1 de octubre de 2025, los datos oficiales dibujan un panorama preocupante. El Ministerio del Interior ha registrado un incremento del 25% en las denuncias por estafas informáticas durante el último trimestre de 2024, con un repunte en periodos de mayor actividad digital, como el Black Friday o la campaña navideña. La tendencia evidencia que la digitalización, aunque asociada al progreso, también supone un riesgo creciente para uno de los grupos más vulnerables: los mayores.
El reto es doble. Por un lado, muchas aplicaciones, portales y servicios digitales no están pensados para este colectivo, lo que genera exclusión. Por otro, esa falta de adaptación los convierte en blanco fácil de los estafadores. “Cuando la tecnología se desarrolla sin tener en cuenta a los mayores, no solo los deja fuera: también los expone a nuevos peligros. La confusión se convierte en la mejor arma para los delincuentes”, advierte Isabel García Baños, CEO y cofundadora de Bleta.
Para reducir estos riesgos, los expertos señalan dos medidas esenciales. La primera es utilizar contraseñas robustas y activar la verificación en dos pasos, una protección simple pero clave frente al fraude. “El doble factor de autenticación ya no es opcional: es una herramienta básica para evitar graves problemas”, subraya García Baños.
La segunda medida pasa por la educación digital: aprender a reconocer mensajes sospechosos. El phishing sigue siendo la estafa más frecuente, a través de correos, SMS o enlaces que simulan provenir de bancos o compañías de confianza. La recomendación es clara: desconfiar de cualquier comunicación extraña y exigir a las entidades que sus avisos sean siempre claros y fáciles de identificar.
En tercer lugar, es clave formar a los mayores en lo básico del mundo digital. Un contrato lleno de palabras técnicas o un aviso complicado no solo les excluye, también les deja más expuestos al fraude. “Lo que no se entiende, no protege. Es mucho más útil invertir en explicaciones claras y formación adaptada que en castigos una vez que el engaño ya ha ocurrido”, recuerda la cofundadora de Bleta.
Otra medida fundamental es la actualización de sistemas y programas. Mantener el software al día reduce riesgos de brechas de seguridad que los estafadores aprovechan. Es necesario un mantenimiento constante y sencillo, pensado para que cualquier persona pueda aplicarlo sin complicaciones.
Por último, la comunicación clara y fácil de entender es la mejor protección. Los avisos deben probarse con personas reales, sin palabras técnicas y con pantallas simples que cualquiera pueda usar. “Un aviso confuso puede ser justo el momento en que un fraude logra su objetivo. La claridad no es un detalle, es una obligación social”, afirma García Baños.
En este escenario, tanto los bancos como la administración pública tienen un papel decisivo. Sus notificaciones y comunicaciones oficiales, si son demasiado complejas, pueden convertirse en un riesgo más que en una ayuda. Adaptar el lenguaje, simplificar los avisos y asegurarse de que sean comprensibles para una persona mayor es una tarea ineludible para garantizar una comunicación sencilla y segura. El mayor riesgo no está en la tecnología en sí, sino en cómo se diseña y se comunica. Muchas estafas no triunfan porque los sistemas fallen, sino porque no están pensados para todos. En este Día Internacional de las Personas Mayores, la conclusión es clara: “La digitalización inclusiva no es una opción, es una responsabilidad colectiva. Si no pensamos en los mayores, no solo los dejamos fuera: los ponemos en peligro”, concluye Isabel García Baños